El síndrome de Ménière es una patología del conducto auditivo que puede manifestarse con episodios repetidos que pueden durar de 20 minutos a 24 horas. El diagnóstico temprano de esta enfermedad permite tratar el trastorno de manera efectiva, sin que se vuelva incapacitante para quienes lo padecen.
El síndrome de Ménière es una afección del oído interno que resulta de una acumulación de líquido en dicha sección del oído. Este síndrome representa generalmente una afección crónica que afecta solo un oído, y se caracteriza por una sensación de mareo, pérdida de audición, sensación de obstrucción o sensación de oído “lleno” y acúfeno.
La enfermedad no es contagiosa ni mortal, pero los síntomas empeoran progresivamente con el tiempo: de hecho, puede haber un aumento progresivo de la intensidad de los mareos y el riesgo de perder la audición de forma permanente.
El síndrome de Ménière se presenta con algunos síntomas recurrentes, que incluyen:
Cabe destacar que los síntomas de mareo pueden llegar a ser tan intensos que la persona puede llegar a perder el equilibrio y caerse, lesionándose. Los síntomas pueden cambiar a medida que la enfermedad progresa, causando potencialmente la pérdida permanente de la audición y acúfeno. Además, los mareos pueden causar trastornos más generales relacionados con el equilibrio y la capacidad visual de una persona.
El síndrome de Ménière es una enfermedad progresiva, cuyos síntomas empeoran con el tiempo. Los síntomas pueden o no estar presentes y con diferentes intensidades: algunas personas sufren de sus crisis varias veces a la semana, mientras que otras pueden experimentar estos episodios durante meses o incluso años. Dependiendo del individuo, el episodio típico de la enfermedad de Ménière puede durar de 20 minutos a 24 horas.
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Los síntomas de la enfermedad de Ménière se desarrollan cuando el líquido se acumula en el oído interno, un componente que contiene estructuras delicadas necesarias para escuchar y mantener el sentido del equilibrio. El exceso de líquido acumulado interfiere con el funcionamiento correcto del oído, causando mareos y problemas de audición.
Las causas que pueden producir el exceso de líquido no están claras y, por lo tanto, el debate sigue abierto sobre qué factores son responsables de la enfermedad de Ménière. Algunos médicos creen que la enfermedad puede ser el resultado de una combinación de diferentes problemas y, aunque la enfermedad de Ménière puede desarrollarse a cualquier edad, esta afección se observa con mayor frecuencia en personas de mediana edad.
El diagnóstico del síndrome de Ménière lo realiza un médico que lleva a cabo las siguientes pruebas:
Además, su médico puede solicitar una resonancia magnética, una tomografía computarizada u otras pruebas de diagnóstico por imágenes para descartar afecciones distintas de la enfermedad de Ménière.
La enfermedad de Ménière todavía no tiene cura y el tratamiento se centra en reducir o eliminar los síntomas: de hecho, dependiendo de los síntomas, se puede recurrir a terapias farmacológicas, audífonos o intervenciones médicas.
Para controlar los síntomas de la enfermedad de Ménière, se utilizan una variedad de medicamentos: a menudo se recetan diuréticos para reducir el líquido en el oído interno, ya que aumentan la cantidad de líquido expulsado por el cuerpo. Si se recetan diuréticos para la enfermedad de Ménière, tu médico puede recomendarte que también reduzcas la cantidad de sal en tu dieta, ya que la sal provoca retención de agua.
Entre ellos destaca el medicamento SERC (betahistina). La betahistina, presente en el SERC, ha demostrado ser efectiva en el tratamiento del vértigo asociado con el síndrome de Ménière.
Tu médico puede recetarte un ciclo corto de esteroides para reducir la inflamación y la hinchazón en el oído interno. Las personas que sufren de náuseas y vómitos durante los episodios de mareos pueden beneficiarse de los medicamentos para la cinetosis. Los esteroides también se pueden inyectar directamente en el oído.
La enfermedad de Ménière se puede tratar con inyecciones de antibióticos a base de gentamicina que se introducen directamente en el oído. Debe tenerse en cuenta que la gentamicina es tóxica para el tejido del oído interno y que la inyección de antibiótico reduce el funcionamiento del oído afectado, lo que hace que el otro oído se convierta en el dominante en cuanto al mantenimiento del equilibrio.
Los audífonos pueden ayudar a las personas con la enfermedad de Ménière al mejorar la audición durante o después de una crisis. Para las personas cuya audición fluctúa en función de la frecuencia de las crisis o la gravedad de los síntomas, los audífonos de hoy en día son una buena opción, ya que se pueden ajustar según sea necesario.
La colocación de un dispositivo Meniett es un tratamiento mínimamente invasivo que actúa sobre los síntomas de mareo causados por la enfermedad de Ménière. El dispositivo, que también se puede usar en casa, aplica micropulsos de presión al canal auditivo a través de un pequeño tubo. Estos pulsos pueden ayudar a normalizar la presión en el oído interno.
En algunos casos raros, la enfermedad de Ménière puede requerir cirugía, que es una opción de último recurso y solo se usa en casos graves que no responden a tratamientos menos invasivos. Cuatro de las soluciones quirúrgicas más comunes incluyen:
Durante una crisis de la enfermedad de Ménière, debes acostarte sobre una superficie estable y mantener los ojos enfocados en un objeto que no se mueva: esto puede ayudar a reducir los mareos. Cuando pase el mareo, levántate lentamente. Después de una crisis puede que tengas somnolencia durante varias horas y, por lo tanto, es importante evitar conducir o usar maquinaria pesada durante ese periodo.
Si las náuseas persisten durante más de un día, es recomendable ponerse en contacto con el médico responsable del tratamiento.
Dado que la enfermedad de Ménière causa una acumulación de líquido en el oído, una dieta baja en sal puede ser útil para controlar los síntomas. Reducir la ingesta de cafeína y alcohol también puede ayudar. En caso de náuseas o vómitos durante una crisis, se recomienda evitar comer en exceso o beber, a fin de minimizar los síntomas.
Algunas personas informan de desencadenantes específicos que llevan a la aparición de sus síntomas: el estrés, el exceso de trabajo y la fatiga son los desencadenantes comúnmente identificados. Las enfermedades preexistentes y los cambios bruscos en el clima (en particular los cambios en la presión atmosférica) han sido también identificados como posibles desencadenantes: aunque no se puede hacer mucho con respecto al tiempo y el clima, controlar el estrés y el trabajo para mantener un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal puede ayudar a la persona a reducir la frecuencia de estos episodios o la gravedad de los síntomas.
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